Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Universidad Nacional de Lomas de Zamora
UNLZ - Provincia de Buenos Aires - Argentina

jueves, 23 de julio de 2009

MUJER - MATRIMONIO - SEPARACIÓN - Explorando el modelo patriarcal argentino

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NOTA ACLARATORIA: El siguiente trabajo es parte de otro mayor, y conforma la introducción a una investigación cualitativa realizada para la carrera Metodología de la Investigación Social II, de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

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El primer rol: la esposa
La mujer soltera es un caos, Camila, un desorden de la naturaleza.
Para someter esa anarquía sólo hay dos caminos:
el convento o el matrimonio. Y usted no tiene, que yo sepa,
la vocación de los hábitos. El matrimonio es el orden,
y ni la gente ni un país puede vivir sin orden...
... Se le ha llenado la cabeza de esos libros extranjeros.
Del film “Camila” (1984)





Algunos historiadores coinciden en determinar el proceso de constitución del Estado Nacional Argentino, en los finales del S.XIX (1880) culminando materialmente con la sanción de la Ley Saénz Peña (1912) y su posterior aplicación en 1916. Dicha ley establecía el confeccionamiento de un padrón electoral y el voto secreto y obligatorio para los argentinos, nativos, masculinos, no pardos, mayores de 18 años.
La frase alusiva del film “Camila”, nos remite a esas épocas (mitad del S.XIX), en las cuales es posible identificar los rasgos decisivos que estaban determinando la estructura social de nuestra república.
Las nuevas naciones en América, en su transición del período colonial a la independencia, mantenían las tradiciones y costumbres heredades de la Metrópoli europea.
El epígrafe seleccionado expresa la contundencia de los roles que se predeterminaban para la instancia del matrimonio, y por ende para el rol que la mujer debía ocupar de acuerdo al modelo social que se pretendía: la esposa, la mujer casada, era uno de los pilares en los que se constituía la nueva sociedad.
Tomando el punto de vista de Gramsci, para definir “hegemonía”, en ésta (nuestra) sociedad en gestación, se reconocen las características de una sociedad patriarcal, urbana, aristocrática, en donde el pueblo, enunciado bajo cierta demagogia democrática, reconocía como tal en realidad sólo a esa misma clase dominante en curso de formación, excluyendo, entre otras minorías, a las mujeres, o más bien relegándolas a un rol muy determinado de productoras o reproductoras del modelo ideal de sociedad en curso.

Profundizando el concepto de hegemonía y los rasgos encontrados en esas primeras épocas de construcción social y nacional, la Iglesia (católica) se presentaba como integrante fundamental del campo de poder y todavía quedan resabios de ésas épocas, por ejemplo, en la frase “para vestir santos” que hoy día sigue asociándose a las solteronas, ésas mujeres que luego de una edad determinada aún no se han casado:
En las épocas de festividades religiosas (sobre todo para celebrar a “San Antonio” (el santo de las mujeres que buscaban novio) las iglesias se decoraban, y las estatuas de los Santos eran vestidos con ropajes de gala. Las mujeres casadas, estaban ocupadas criando a sus hijos, las mujeres solteras eran las encargadas de diseñar y coser las vestimentas de gala que los Santos (más bien sus imágenes presentes) debían lucir en dichos eventos, y eran quienes pasaban toda la noche previa adornando y vistiendo esas esculturas.
En esta época, el eje de la problemática en investigación, muestra claramente que las mujeres dependían económicamente de sus familias de origen para pasar a depender de la nueva familia fundada a partir de su matrimonio, es decir, su dependencia económica que se iniciaba con su padre, se proyectaba hacia su marido. Si la mujer quedaba “para vestir santos”, se mantenía económicamente con los aportes de su familia paterna.
Pero las influencias de la Revolución Francesa que se hicieron sentir en América, también repercutieron en la naciente República Argentina, y muchas mujeres, como se muestra en el epígrafe, se sintieron atraídas por esas ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

También hacia mediados del S.XIX surge otra institución de función hegemónica al decir de Gramsci: la escuela, aunque la ley 1420 de educación, de alcance nacional, gratuita y laica, es recién sancionada en 1884.
Las mujeres de condición social y económica menos privilegiada, para mantener cierto prestigio o respeto de género pudieron agregar una tercer alternativa: además del matrimonio o el convento, el magisterio apareció como posibilidad de independencia económica de su familia. Por esas épocas también, algunas más osadas, y venciendo innumerables obstáculos sociales, comenzaban el camino dentro del campo universitario.

Siglo XX



“Cuando hablamos del hogar argentino y de la mujer,
como símbolo de ese hogar estamos hablando
de la mujer cristiana y del hogar
asentado sobre esta base de la moral tradicional”
Eva Perón: Discurso pronunciado el 23 de septiembre de 1947 desde la Quinta de Olivos





Bajo la iniciativa del justicialismo, en 1947 se promulga la Ley de Sufragio Femenino, lo que permite incluir a las mujeres en un padrón electoral y llevarlas en 1951 a ejercer por primera vez ese derecho ciudadano.
A partir de la intervención en la vida social y política de Eva Perón, la mujer alcanza un protagonismo en la sociedad que le permite ejercer derechos que hasta el momento le estaban negados. Sin embargo, esta situación que podría aparentar abrir un marco de independencia para las mujeres, no es tal en tanto bajo este modelo la mujer es militante activa por las causas sociales, pero sigue siendo el pilar de la constitución del hogar, la reproductora de la sociedad.
Hogar y mujer son términos que van de la mano y el rol del ama de casa, si bien ya no es el espacio silencioso de la esposa del siglo XIX, es un rol bien definido en pos del acompañamiento del hombre.
Los movimientos feministas que surgen 20 años más tarde, la revolución sexual de los 60s, intentan equiparar los roles tradicionales de hombres y mujeres en la sociedad, pero de diferentes modos se sigue expresando la estructura de matrimonio donde el hombre es proveedor y la mujer reproductora, a pesar de la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral, en espacios destinados a tareas “femeninas” o bien, en tareas iguales a las de los hombres, pero con menores privilegios salariales.
La crisis económica que comienza a sentirse en la década del ’90, junto al aumento desmedido de la desocupación influyó enormemente en la estructura del matrimonio. Los hombres en el hogar, se mostraban incapaces de atender las tareas de “ama de casa” a pesar de que las mujeres se mostraban mucho más creativas a la hora de resolver la economía familiar.
En los hogares más humildes esto se expresó claramente en mujeres que salían de sus casas para proveer el sustento (por ejemplo vendiendo productos comestibles elaborados en sus casas, panes, etc.) y los hombres seguían intentando conseguir un trabajo en relación de dependencia, o bien como “changarines”, pero el cuidado de los hijos y las tareas hogareñas seguían bajo la responsabilidad de mujeres que, además, pasaban a ser proveedoras.
Esta situación conllevó a serias crisis: ante la imposibilidad de asimilar el nuevo rol masculino en tareas históricamente femeninas como también la de asumir las tareas de proveer el sustento del hogar por parte de la mujer, en los ámbitos de menores recursos socio-económicos aumentó la violencia doméstica y en los circuitos de clase media, separaciones y divorcios estuvieron a la orden del día, desde 1987 en que se había sancionado la Ley de Divorcio.
Según las estadísticas, la promulgación de dicha ley, en pocos años, más que producir un aumento en los divorcios, produjo un descenso en la cantidad de matrimonios, aunque esas investigaciones no toman como variables a los aspectos económicos y sociales que refiere esta investigación en curso.


Situación actual, preguntas y conclusiones

Si lo social hecho cuerpo se refiere a un conjunto de relaciones históricas internalizadas bajo la forma de esquemas mentales y corporales que condicionan percepciones y acciones, la crisis del modelo desarrollado inicialmente, es explicable desde la perspectiva de Bourdieau y su concepto de “habitus”.
Si bien el “habitus” no es por sí solo determinante de las conductas, es el principio generador que permite a los actores enfrentar diversas situaciones.
Parte de los efectos de la crisis económica profundizada en los años ’90, modificó los roles tradicionales dentro de las parejas/matrimonios. Estos roles se sostenían porque la situación externa lo permitía y porque los condicionamientos internos de los agentes los tenían incorporados.
Si el habitus es producto histórico, el cambio abrupto de situación externa no permitió reacomodar las conductas a las nuevas realidades con la misma celeridad.
Esto lleva a la pregunta que originó la inquietud de realizar esta investigación: En estos tiempos, de mujeres independientes, profesionales, empresarias, etc, ¿qué pasa con las mujeres que, siguiendo las tradiciones originarias, pasaron de un hogar paterno de dependencia económica a otro matrimonial, en el cual proyectaron esa dependencia al marido, en el caso de una separación o divorcio?
Estas investigadoras, tenían la necesidad de saber qué sienten, qué piensan las mujeres en esa situación, cómo atraviesan esos cambios de esquemas sociales al que se ven expuestas frente a un divorcio, cómo son acompañadas o no por su entorno (social, afectivo, familiar), cómo lo resuelven finalmente, si se adaptan rápida y creativamente a una situación nueva o si retornan al esquema de la familia paterna, etc. En definitiva, analizar si el modelo social impuesto desde el origen del Estado en la época de su constitución, sigue en curso, se profundiza, o si entró en crisis, y de ser así, cuáles son las perspectivas: acomodamientos para sostener ese modelo, o ruptura con él y la posibilidad de generar uno nuevo, donde los roles históricos de hombre-mujer dentro de la estructura social del matrimonio, sufran modificaciones.
El proceso del torbellino de ideas que debía llevar a la elección del modelo de investigación, su metodología, la preferencia de las mejores técnicas a implementar aparentó en un inicio ser algo sencillo, dado que las mujeres del equipo de investigación propuesto tenemos una realidad que posibilitaba la objetivación de la situación a estudiar: el equipo estaba conformado por mujeres separadas y/o trabajadoras y/o independientes, y sobre todo, desarrollando su actividad intelectual en el campo universitario.

La primer sorpresa fue que no era tan sencillo. Luego, que las tareas por acercarnos a las unidades de análisis nos resultaban dificultosas y producían cierto malestar en cada integrante del equipo: evidentemente cada investigadora era parte del proceso investigado y las estructuras internas reproducidas por generaciones dentro de cada subjetividad, ejercían su presión por imponerse, más allá de la objetividad conciente. En cada historia escuchada a partir de cada entrevista realizada, había retazos de historia personal de las entrevistadoras...
Finalmente, terminada la investigación y a la hora de las conclusiones, la más importante que es posible rescatar es la vigencia del pensamiento de Weber: el cultivador de las Ciencias Sociales es un objeto del mismo tipo que estudia: un ser humano. Interpretar, lograr la comprensión del proceso social estudiado resultó más difícil de lo inicialmente concebido, y el mayor logro de esta investigación terminó siendo, en lugar del descubrimiento de un proceso explorado, el avance individual de cada investigadora del equipo en la experiencia de comprensión, interpretación, en suma, un enriquecimiento fundamental en trabajo de campo y contacto con la realidad social, para las tareas que como profesionales de las Ciencias Sociales tomaremos en lo sucesivo.
Diciembre de 2009

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UNLZ - Facultad de Ciencias Sociales - Carrera de Psicopedagogía


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Cristina Echegaray



cristinalaprofe@outlook.com





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