Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Universidad Nacional de Lomas de Zamora
UNLZ - Provincia de Buenos Aires - Argentina

jueves, 23 de julio de 2009

HERBERT MARCUSE Y EL LENGUAJE FUNCIONAL

INTRODUCCIÓN:

“Todos ustedes han escuchado cómo una pequeña palabra pronunciada con las señales de los dedos de las manos de otra persona, cómo un rayo de luz nacido en otra alma llegaron hasta la oscuridad de mi mente y pude hallarme a mí misma, hallar el mundo, hallar a Dios. Y ahora puedo trabajar por mí y por los demás, porque mi maestra pudo entenderme y pudo irrumpir a través de la oscuridad, la prisión del silencio en que me encontraba”.
Hellen Keller, extraído del discurso pronunciado en Ohio, USA, 1925.

La conocida escritora Hellen Keller describe en un fragmento de un discurso pronunciado con la finalidad de reunir fondos para la Asociación Norteamericana de Ciegos, cómo fue la experiencia que la introdujo al aprendizaje de la lengua. Explica con una inmejorable metáfora el estado de oscuridad y silencio en el que estaba inmersa y, a pesar de la ceguera y la sordera que padecía desde los dos años de edad, el encuentro con el mundo y con ella misma (como parte de un mismo proceso) en el que devino luego de adquirir una forma de comunicación.

Contradiciendo la libertad reconocida por Hellen al contactarse con el lenguaje, el filósofo Salvador Pániker escribe en su Aproximación al Origen: “El hombre es un animal enajenado, víctima del simbolismo de su lenguaje”. Para el presidente de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente, más que vivir en la Percepción Pura de la Realidad, el hombre vive prisionero del simbolismo del lenguaje. La percepción de la Realidad es filtrada por las categorías del mundo simbólico. El hombre no domina el mundo simbólico de su lenguaje, sino que es dominado y condicionado por él.

Entonces la pregunta que surge es: ¿se libera el hombre al adquirir lenguaje o queda prisionero de su simbolismo y condicionado a las categorías que éste le impone?.

Este trabajo no pretende dar una respuesta acabada a este cuestionamiento, ya que excede los objetivos planteados, pero sí pretende dar cuenta de algunos de los mecanismos del lenguaje en tanto éste atraviesa el ámbito de lo social conformando la subjetividad de los agentes.

Según la teoría desarrollada por Herbert Marcuse en “El hombre unidimensional”, se hará mención al concepto de “razonamiento tecnológico” a través del cual se tiende a considerar los nombres de las cosas como si fueran indicativos al mismo tiempo de su manera de funcionar y cómo en este lenguaje “funcional” los nombres no sólo definen sino que también cierran el significado de las cosas excluyendo otras formas de funcionar.

Las recomendaciones que en el pasado mes de mayo la Real Academia Española realizó sobre el uso de las expresiones “violencia de género” y “violencia doméstica” y que fueron elaboradas a través de una serie de consultas realizadas a los motores de búsqueda más utilizados en Internet proporcionan los elementos básicos para profundizar y explicar la teoría de Marcuse.

1 – Lenguaje y sociedad

“-¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento ... Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño.” 1984 - George Orwell.

A lo largo de la historia de las ideas se han producido distintos debates en torno a las relaciones existentes entre el lenguaje y la sociedad. A pesar de que algunos de estos debates inicialmente pudieran no tener un carácter explícito, la cantidad de referentes que se encuentran desandando la historiografía sobre el tema, demuestra que la búsqueda de dichos nexos no ha sido accidental sino que responde a diversas inquietudes que confluyen en la necesidad de que los hombres, en tanto género biológico, se autodefinan como tales encontrando indicios que expliquen el origen de sus conductas.

Desde las discusiones de Hermógenes y Cratilo hasta nuestros días, los supuestos teóricos sobre la relación entre los hombres y las cosas que éstos nombran han sido material de confrontación en todas las dimensiones del pensamiento humano históricamente dado en tanto religiosas, políticas y científicas.

En el Siglo XVI, Nicolás Maquiavelo recomendaba en El Príncipe huir de los aduladores explicando que: “El Príncipe prudente debe elegir en sus estados a hombres sabios, únicos con permiso para decirle la verdad y sólo respecto a lo que él les pregunte” confiriéndole a las palabras la propiedad de “verdad” y un espacio situacional para que sean pronunciadas en tanto se desee preservar el poder político.

Nietzsche postula que la “verdad” es una pretensión que surge de un pacto social entre los hombres estableciéndose como “valor social” en tanto los vincula entre sí por una necesidad práctica: establecer la “verdad” permite diferenciarla de la mentira y así evitar el engaño. La legislación del lenguaje proporciona las primeras leyes de la verdad.

En 1713 y bajo la protección de la corona, unos caballeros españoles cambiaron la espada por la pluma y se convirtieron en los paladines del signo ortográfico fundando la Real Academia Española. El lema adoptado por los caballeros de la RAE en ese entonces y que sigue vigente en nuestros días para los miembros de la Academia es “limpiar, fijar y dar esplendor” a la lengua.

En el siglo XXI el idioma español es hablado en los cinco continentes por más de cuatrocientos millones de personas y está representado a través de veintidós instituciones reunidas en una Asociación. Las dos últimas academias en crearse fueron la de Puerto Rico y la norteamericana, con sede en Nueva York, en 1980. El secretario de la Asociación de Academias, el puertorriqueño Humberto Morales, explicó en una reciente nota que la creación de éstas dos últimas Academias fue posible porque el criterio aplicado fue que “hubiera contingente significativo de hablantes” y que la conformación de la Asociación de Academias fue una necesidad basada en que “el mundo hispánico, en lo cultural, estaba un poco disperso y con cada Academia por su lado lo que configuraba un bloque no homogéneo para oponerse a otros poderes culturales como Estados Unidos o Europa”.

Con el avance de la tecnología multimedia y la creciente conformación de la sociedad global, el terreno lingüístico ha sido un nuevo campo de lucha en donde los monopolios de la informática han librado, y perdido momentáneamente, una cruenta batalla contra el signo: Bill Gates, el magnate propietario de Microsoft Corporation y del sistema operativo Windows reconoció finalmente la legalidad de la letra “ñ” aunque en últimas declaraciones afirma seguir su batalla contra los libros impresos y que su sueño es lograr la destrucción de éstos. Con éstas afirmaciones, la comunidad virtual sigue su camino de mutación a un nuevo “Montag” (“Fahrenheit 451”, Ray Bradbury).

Retomando la idea inicial, y sumando las reflexiones de los casi dos siglos de desarrollo formal de las ciencias sociales, la búsqueda de las relaciones entre el sujeto hablante y la sociedad actual sigue siendo de un interés cada vez más predominante: a partir del desarrollo de la tecnología y de los medios masivos de comunicación el estudio de las conductas producidas en y a través de los medios ha sido receptor no sólo del interés de los científicos sociales sino también de un gran porcentaje de presupuestos de estado de las economías dominantes.

Durante el Siglo XX y a partir de las guerras mundiales y la guerra fría el desarrollo en las tecnologías de comunicación ha llegado al punto casi de la realidad orwelliana y en el caso particular de América Latina se configuró bajo el mismo mecanismo de los modelos neoliberales que se impusieron durante las últimas tres décadas.

En los años de la última dictadura en Argentina, “limpiar” la mente y el corpus social de pensamientos no concordantes con el modelo, “fijar” los valores de la clase dominante como propios para poder reproducirlos a través de las generaciones y “dar esplendor” a un discurso que en la práctica sólo puede iluminar la existencia material de una minoría, han sido el motor de la comunicación: mientras la economía industrial se desbastaba en beneficio del capital financiero, en las cabezas de la población resonaban alegremente los compases entonados, entre otros, por “Tito Baratito” y “Máximo Careli”, que desde la televisión de finales de los ‘70s inducían la conciencia feliz de los argentinos con las supuestas bondades de la política económica del gobierno de Jorge Rafael Videla.

Las frases que salían de los televisores y anidaban en la más profunda conciencia eran las recordadas “no te metás”, “por algo será” y “¿...sabe dónde está su hijo ahora...?” que martillaron en una dirección sin retorno, unidimensionalmente, al centro de la subjetividad.

La movilización popular iniciada con un cacerolazo en diciembre de 2001 que hizo renunciar al presidente Fernando de La Rúa, y que tuvo su punto más alto con la muerte de dos trabajadores desocupados en junio de 2002 en lo que se recuerda como la masacre del Puente Pueyrredón, son casos recientes en donde el papel de los medios fue de un rol fundamental para esclarecer los hechos, como también lo es para manipularlos cuando sus intereses así lo requieren como se desarrolla en el documental “La Revolución no será transmitida” en donde el golpe militar que destituyó (por unas horas) al presidente venezolano en abril del 2002, fue encabezado por los medios al punto de que el presidente provisorio, como primer acto de gobierno, se presentó ante las cámaras agradeciendo a los canales de TV que le hubieran permitido llegar al poder.

En el Siglo XXI el concepto de verdad está íntimamente ligado a los medios masivos de comunicación e internet y éstos a su vez al lenguaje. Lo que no salió por televisión o no se publicó en la www, no existe, no tiene trascendencia o carece de credibilidad. Hace dos décadas se perfilaba la llamada “generación del video-clip” a través de una comunicación basada cada vez más en el soporte de la imagen, hoy el mundo virtual de la cibertecnología afianza esta lógica perceptiva y de hecho la tendencia es a que el texto desaparezca en función de la iconografía y a estructurar una forma de inmediatez sustantiva que ordena, organiza e induce una determinada lógica de pensamiento.

Cibercultura y Ciberespacio son dos términos reconocidos académicamente desde 1992 por la American Anthropological Association que caracterizó a la Ciberantropología como a la rama de las Ciencias Sociales que estudia las relaciones entre los humanos y las máquinas en un contexto histórico en que las TICs se transforman en agentes de producción social y cultural de tal magnitud, como para que el eje mismo de los procesos de acumulación se articule ya sobre la información y la sociedad post-industrial se identifique con una sociedad del conocimiento. Según teorías ciberantropológicas, el modelo temporal que soporta internet es más rápido que el texto y se trata de la imagen en sucesión: el video es el nuevo texto. Pero al mismo tiempo, la imagen es el alfabeto más antiguo que ha utilizado el ser humano. Para los supuestos ciberantropológicos, ésta es la era post-alfabeto.

Este debate fue introducido décadas atrás por el teórico canadiense Marshall Mc Luhan que, a través del estudio del impacto de los medios masivos de comunicación, demostraba cómo determinadas innovaciones tecnológicas generaban un antes y un después en la historia. En Mc Luhan se pueden distinguir dos momentos claves: la invención de la imprenta y el advenimiento del televisor. El primero de estos portentos imponía la letra impresa en culturas cuya fórmula para percibir el mundo era fundamentalmente oral hasta ese momento: un cambio cognitivo se produjo en lo que denominó la Galaxia Gutenberg. El segundo, del siglo vigésimo, implicó el pasaje a una nueva oralidad, a la que determinó secundaria, ya que no podía darse de modo semejante a la previa. Una de las características fundamentales de esta oralidad, como toda oralidad, era la de sentirse como en la tribu. “Cuando leo un libro...”, decía Mc Luhan, “... realizo un acto a solas (y fue así que la imprenta desencadenó un fuerte individualismo), pero cuando estoy mirando una serie o la final del mundial, sé que en ese mismo momento hay millones de personas en el resto del planeta que están haciendo exactamente lo mismo que yo”. Esa sensación era la de pertenencia a la Aldea Global. En el terreno de la constitución de la subjetividad social, para Mc Luhan, los medios por los cuales se perciben las cosas son el motor de dicha constitución: así como la uniformidad de la escritura generó una sociedad determinada (alfabetizada), la irrupción de los medios electrónicos generó la Aldea Global.

Pero las prácticas sociales de Mc Luhan (leer un libro o mirar una serie de televisión) incluyen otra serie de acciones que no sólo se expresan en las subjetividades de los individuos sino que también lo hacen en estructuras independientes de éstos. Pierre Bourdieu diferencia estas dos dimensiones que interactúan dialécticamente constituyendo lo social y para esto construye los conceptos de: CAMPO para el hecho objetivo y HABITUS para la subjetividad. Esta definición permite captar los dos elementos (lo social hecho cosa y lo social inscripto en el cuerpo –subjetividad-) pero esta clasificación no apunta a su accionar como aspectos separados sino que en su relación dialéctica configuran el hecho social, dado que el campo debe comprenderse como el lugar en el cual se juegan las posiciones relativas que ocupan los distintos grupos (o clases) y la relación que entre ellos se establece, mientras se constituyen el conjunto de disposiciones que determinan la forma de actuar, sentir o pensar de los individuos: el habitus. La génesis del habitus está ligada a la posición que el agente ocupa en los distintos campos en los que participa y el esquema de percepciones y categorizaciones que se toman de la realidad son producto de la coacción que ejercen las estructuras objetivas.

Bourdieu define la relación entre habitus y campo como una relación de condicionamiento que precede a una relación de conocimiento, en donde ésta última depende de la primera, que es la que da forma al habitus, y una vez constituido éste, actúa legitimando al campo dotándolo de sentido y valor.

La realidad se verifica subjetiva y objetivamente: es interiorizada (incorporada) con la estructuración que impone el campo al habitus y es exteriorizada (manifestada) en cada situación con el sistema de disposiciones que construye el habitus. La relación dialéctica que se establece entre situación y habitus, da origen a las prácticas sociales que Bourdieu explica como un juego, en donde cada agente es un jugador que al haber internalizado las reglas provistas por el campo (históricamente constituido) no las razona ni las cuestiona, pero a su vez, cada agente interpreta estas reglas de acuerdo a su posición dentro del campo. Este espacio de juego está determinado por un valor (capital simbólico) por el que se lucha y por el cual se enfrentan los jugadores.

El concepto de habitus permite explicar cómo en la medida que las estructuras objetivas penetran en los agentes individuales mediante la inculcación y apropiación, los niveles estructurales se transforman en disposiciones duraderas y determinan que los productos de una misma estructura contengan un sistema común de disposiciones. Bourdieu denomina habitus de clase a ése sistema común de disposiciones duraderas, surgido del sometimiento de un grupo de individuos a las mismas condiciones objetivas de existencia.

Lo social es un concepto histórico, ya que está multideterminado por elementos económicos y culturales. El poder económico puede perpetuarse reproduciéndose a través de lograr la hegemonía cultural en el cuerpo social dominado, y esta hegemonía es obtenida ejerciendo el poder simbólico. La acción escolar conforma en los individuos, un común patrón de esquemas, representaciones, percepciones, etc., que al mismo tiempo que educa bajo determinadas normas sociales y culturales, integra al modelo de ciudadano requerido a la sociedad legitimada, distinguiéndolo de quienes no han recibido ese proceso de inculcación.

Sociedad, campo y sujeto son análogos en tanto son los tres estructurados y estructurantes del sujeto. Lo estructurado proviene de una subjetividad estructurada anterior, que funciona como estructurante del nuevo agente. Así deviene la reproducción social del sentido.

La estructuración en campos reproduce la situación económica y, al igual que en el mercado económico, donde hay monopolios, relaciones de fuerza objetivas que provocan que los productores y sus productos no sean todos iguales, también en el mercado lingüístico hay relaciones de fuerza.

Los efectos del mercado se ejercen siempre, incluso sobre las clases populares, y sobre ellas puede caer en cualquier momento el peso de las leyes de mercado. Esto es legitimidad. Y así como las mercancías se realizan en el mercado, los signos lingüísticos no existen por sí mismos sino que deben realizarse en el mercado lingüístico. No es suficiente con enunciar: alguien debe interpretar el mensaje y éste debe obtener un valor como signo. Hablar de legitimidad lingüística es señalar que nadie puede ignorar la ley lingüística. Las leyes de mercado ejercen un efecto muy importante de censura en aquellos que sólo pueden hablar en situación de lenguaje espontáneo y que están condenados al silencio en las situaciones oficiales, donde están en juego elementos políticos, sociales o culturales importantes.

De esta manera, Bourdieu concluye en el hecho de que el modo de conocer y ver las cosas es impuesto a través del ejercicio de una violencia simbólica (no física) y de acuerdo a relaciones de fuerza existentes que también están presentes en el campo (mercado) lingüístico.

Sobre esta cuestión que se deriva de la violencia simbólica, el “poder”, desde una mirada nietzscheana, y a finales de la década del ’60 del siglo pasado, Michel Foucault pone en práctica lo que él llama “arqueología del saber” para ocuparse del redescubrimiento de las “epistemes”, o conjuntos de relaciones entre “prácticas discursivas” comunes a las diversas ciencias, que constituyen los modos de lenguaje propios de una época, para terminar una década más tarde concluyendo en que el hombre también se ha hecho a través del ejercicio del poder, que aparece como una estructura que empapa toda la sociedad con múltiples manifestaciones de fuerza.

Foucault manifiesta que “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad”. De esta forma de control surgen los procesos o procedimientos de exclusión

La realidad se mueve por algo que no puede ser comprendido ni hablado y que no persigue ningún fin: el poder y el deseo. Los procesos históricos, como los discursivos, son contingentes y el enunciado se perfila como un objeto específico y paradójico que por su procedencia humana, se moviliza en las relaciones de los hombres y atiende a sus conflictos de apropiación o rivalidad.

Todo enunciado se da dentro de una red ininterrumpida de discursos en la cual cada uno de ellos es un nodo. Las formaciones discursivas actúan como mecanismos de exclusión y establecen lo que puede y no puede ser dicho. No son mecanismos de censura sino de legitimación y deslegitimación del poder de enunciar, de decir. Por ese poder, las formaciones discursivas imponen qué puede y qué no puede decirse y cómo deben decirse las cosas para tener significado.

Otra noción, la de “contexto” también actúa restrictivamente en el sentido de que no cualquier hablante puede enunciar cualquier enunciado aunque aplique correctamente las reglas de la gramática; se debe ver el contexto como condición de posibilidades donde lo adecuado está altamente regulado.

Desde otra perspectiva, Ernesto Laclau, entiende “discurso” como al conjunto sistemático de relaciones significativas construidas socialmente en tanto totalidad (elementos inter-relacionados sistemáticamente) que incluye en sí lo lingüístico y lo extralingüístico. Las estructuras discursivas no son entidades meramente cognoscitivas, son prácticas articulatorias que constituyen y organizan a las relaciones sociales.

El sistema planteado por Laclau es abierto por lo que los elementos que lo constituyen nunca pueden definirse de forma acabada y completa en relaciones de oposición con los demás, por esto las relaciones que se establecen son inestables, contingentes, no fijas ni totalmente definidas, por lo cual las denomina “articulatorias”.

El modelo de sistema abierto define totalidades falladas o sin sutura e implica que éste desplegará la tendencia a cerrarse, aunque nunca lo consiga, y las totalidades que se construyan lo harán desde esta fractura (el conflicto), falla o ruptura. Éstas fracturas producirán una dislocación, lo que hará que se redefinan algunos elementos para, finalmente, redefinir todo el sistema.

Para Laclau, el discurso es el horizonte de significatividad construido desde, en y por una praxis social, ya que la realidad, en tanto discurso, es una construcción social. El discurso determina lo que cada cosa es y define el significado de los objetos y la identidad de los sujetos, por lo cual incorpora el término “posiciones de sujeto” (como agentes sociales). El sujeto perteneciente a este sistema abierto será inevitablemente fragmentado, con pluralidad de sentidos y descentrado.

Las condiciones que hacen reales o verdaderas las cosas, son determinadas por las articulaciones discursivas, es decir que, toda práctica social se constituye en el campo de discursividad.

2 – El pensamiento de un hombre comprometido con su época

Abríamos de Marx cada volumen, como en nuestras propias casas los postigos,
pero sin necesidad de leerlos ya sabíamos de qué lado ir y junto a quién combatir.
No estudiamos la dialéctica en los libros de Hegel.
Ella entraba a nuestros versos con el entrechocar de arma de los combates,
Cuando bajo las balas huían de nosotros los burgueses,
como antes nosotros huíamos de ellos.”
Vladimir Maiakovski, 1930

En 1922 es fundado el "Instituto para la investigación Social" en Frankfurt por el filósofo argentino Félix Weil. En 1931, bajo la dirección de Horkheimer, cambia la orientación: en lugar de una orientación exclusivamente a estudios marxistas como fue originalmente, se programan investigaciones interdisciplinarias. El predominio será de la filosofía. Se sumarán Fromm, Adorno, Marcuse, entre otros, dando lugar a la que fue llamada "teoría crítica". El proyecto de ésta era retomar, profundizándola, la teoría de Marx - como teoría crítica del capitalismo- , incorporando los desarrollos de Freud en lo relativo a la sociedad. El arribo del nazismo al poder hará que el Instituto, luego de pasar por Ginebra y París, se instale en la Universidad de Columbia, en New York.

La teoría crítica va a resaltar la fuerte estabilidad que posee la sociedad burguesa y, como contrapartida, la existencia de una clase trabajadora que - mientras en los postulados marxistas debía ser sujeto del cambio revolucionario - tenía una escasa capacidad revolucionaria. Hacia 1947, con la aparición de "Dialéctica del Iluminismo", escrita por Horkheimer y Adorno, se verifica un cambio de posición en relación al marxismo, cuyo nombre ya se evita. Aparece nítidamente "una clara falta de confianza en la posibilidades de la clase obrera como clase revolucionaria, y se insiste en la crítica a la razón instrumental, culpable de la dominación tecnológica y de la distanciación entre hombre y naturaleza" (Diccionario de filosofía en CD-ROM. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona, 1996. Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.).

Con Fromm y Marcuse se produce la incorporación del psicoanálsis a la teoría crítica. El primero en tratar la relación entre psicoanálisis y marxismo es Fromm, que se distanciará de la Escuela. Será Marcuse quien retome ese intento de articulación. Será crítico con su antecesor, al considerar que su psicoanálisis se alejaba de Freud, y desarrollará teorizaciones referidas a Tánatos y su papel en la vida social. Sus desarrollos sobre Eros y Tánatos en la vida social, su pesimismo en relación a la posibilidad de liberación - acorde a todos los desarrollos de la Escuela - fueron de la mano de una importante influencia durante los movimientos contestatarios de la década de 1960: durante los acontecimientos de protesta del mayo francés en 1968, se suele mencionar que se hablaba de las tres M: Marx, Mao y Marcuse.

En 1958 demostró la transformación de las tesis centrales de la teoría clásica marxista en la ideología del régimen soviético, fruto de las necesidades prácticas del ejercicio de la dominación. Estableció semejanzas importantes entre la sociedad capitalista y la soviética, ambas en su condición de sociedades tecnológicas y cabezas de bloques político-militares. El análisis marcusiano fue una pieza intelectual importante en el tablero de la crítica de los años sesenta al orden establecido por los dos bloques hegemónicos, en donde la Unión Soviética deja de ser la depositaria de la utopía proletaria del hombre nuevo y aparece ejerciendo la dominación totalitaria.

En l973, a partir de la muerte de Max Horkheimer, se puede fechar el paso de la "primera generación" a la "segunda generación" de la Escuela de Frankfurt. Fecha ésta que coincide con un cambio profundo y sustancial de la sociedad de capitalismo post-industrial. La "crisis del petróleo" conlleva un giro determinante en relación a los logros sociales que el Estado del Bienestar, articulado sobre un modelo económico keynesiano, representaba desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Esta situación explica, en gran medida, el interés que los continuadores de la Teoría Crítica van a tener por los nuevos procesos económicos, sociopolíticos y culturales, sólo que ahora se hace imprescindible la revisión epistemológica y metodológica de las grandes herencias teóricas que habían sido el fundamento de la "primera generación": Hegel, Marx y Freud. Así, pues, la obra de Max Weber entra como referencia básica a la hora de poder comprender globalmente las estructuras sociopolíticas de lo que Habermas denominará como capitalismo tardío, el capitalismo que requiere la intervención del Estado como gran regulador de los procesos económicos de beneficio privado y sus leyes de oferta y demanda. La labor de síntesis entre líneas de investigación aparentemente alejadas resulta ser una de las grandes aportaciones y la renovación más evidente de los continuadores de la teoría frankfurtiana.

Para Freud una civilización no represiva es una quimera: el principio del placer y el de realidad son antagonistas irreconciliables. Marcuse no coincide con el fundador del psicoanálisis en este punto. Desde una visión de la historia inspirada en el materialismo histórico de Marx, considera que esta oposición no es metafísica, que no se origina en la naturaleza humana, sino que es producto de una organización social histórica determinada. El progreso tecnológico ha creado las condiciones para una liberación respecto de la obligación del trabajo, para una ampliación del tiempo libre y ello permitiría la liberación de las potencialidades reprimidas.

En su obra más famosa El hombre unidimensional (1964), presenta a la sociedad capitalista “avanzada” como una sociedad en la que el hombre ha perdido su sentido crítico. El consumismo y la “liberación de las costumbres” lo han transformado en un ser cada vez más adaptado e integrado al sistema. Ya no hay espacio para la oposición y la crítica, la sociedad unidimensional “integra en sí toda auténtica oposición y absorbe en su seno cualquier alternativa”. En ella se da “una confortable, tersa, razonable, democrática no libertad”. El capitalismo avanzado ejerce su dominio, su control total, de un modo sutil, manipulando los deseos y las necesidades de las personas. “No sólo determina las ocupaciones, las habilidades y las actitudes socialmente requeridas, sino también las necesidades y las aspiraciones individuales”.

La filosofía de esta sociedad unidimensinal es el positivismo, que sirve de base a la racionalidad tecnológica y a la lógica del dominio. Y esta filosofía no tiene rival porque se ha anulado el espacio de la crítica, la tecnología “mass-media” se ha constituido como mediadora entre los amos y sus servidores y el lenguaje vehiculizado por ésa vía es la expresión de la conducta unidimensional.

El lenguaje unidimensional es antihistórico, anticrítico y antidialéctico, se caracteriza por su inmediatez y su único sentido es fijar lo real naturalizando las diferencias sociales. Es despojado de las mediaciones que forman las etapas del proceso de conocimiento y evaluación cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos pierden su representación lingüística y tienden a expresar la identificación entre verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su función. Esta forma de identificación es un aspecto operacionalista que otorga un carácter funcional al lenguaje y que, hace reaparecer los rasgos del discurso en el comportamiento social.

Para Marcuse, este lenguaje es cerrado, no demuestra ni explica, comunica órdenes, fallas, decisiones. No busca trascender, no busca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone.

Herbert Marcuse falleció en 1979 y sus restos descansan desde julio de 2003 en su Berlín natal. Si bien no pudo apreciar la profundización del desarrollo tecnológico en el siglo XXI ante la masividad creciente del uso de Internet, sus aportes para la comprensión del razonamiento tecnológico siguen siendo trascendentales para comprender la dinámica de la sociedad actual, en la que las utopías han re-florecido y el pensamiento crítico se hace indispensable para construir una sociedad más justa.

3 – Análisis del texto seleccionado

“Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que, no teniendo ideas nuevas que expresar , no necesitan palabras nuevas; pero en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista...Un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia... Usted ve lo que pasa con Estados Unidos. Nos mandan sus artículos con leyendas en inglés, y muchos términos ingleses nos son familiares. En el Brasil, muchos términos argentinos (lunfardos) son populares. ¿Por qué? Por prepotencia. Por superioridad.” Roberto Arlt, de Aguafuertes Porteñas “El idioma de los argentinos”.

La lingüista Chusa Lamarca Lapuente polemiza con la Real Academia Española ante sus recomendaciones sobre el uso de “violencia de género” afirmando entre otras cosas que: El lenguaje es una de las máximas expresiones de las ideas y del pensamiento humano y los conceptos que en él se encierran, sirven para describir, encuadrar y comprender la realidad y, una vez fijados y establecidos, también afectan a la manera en que percibimos dicha realidad.

Profundizando esta reflexión y según el análisis de Marcuse, la racionalidad tecnológica de la época actual cierra el universo del discurso en un único sentido, unidimensional, siendo despojado de las etapas del proceso de conocimiento y de evaluación cognoscitiva lo que promueve que los conceptos pierdan su auténtica representación lingüística en función de ser identificados con la función de lo que nombran.

Los rasgos de esta funcionalidad en el lenguaje reaparecen en el comportamiento social en tanto determinan (afectan) la manera en la que se percibe la realidad.

El debate planteado desde los estudios de género, y en particular de la historia feminista, confrontado con la negación que la RAE hace del término “violencia de género” para reemplazarlo por “violencia doméstica”, en el sentido oficial de la recomendación no hace más que reforzar el cierre del universo del discurso en tanto su determinación de uso correcto, a modo de “idioma oficial” negando de hecho la misma historia de las ideas en torno a la construcción del concepto “género” aludiendo a diferencias sociales por causa de diferencias de sexo como así también, al otorgarle un carácter positivo al término, excluye uno en función del otro, cierra todo conflicto en tanto al tema dando veracidad a lo que tiene nombre y haciendo desaparecer lo que no puede ser nombrado.

En el mejor estilo orweliano, este lenguaje tiene el efecto de reducir la tensión entre pensamiento y realidad, debilitando el poder negativo del pensamiento y en pos del olvido y de la adaptación que la estructura de relaciones de la sociedad requiere convirtiendo a los conceptos en armas mentales que, reducidos, gobiernan el análisis de la realidad social.

Sin “violencia de género” no hay diferencias de “género” y con “violencia doméstica” las situaciones de sujeción y discriminación, además de ser adaptativamente funcionales a la conservación del modelo preestablecido, pretenden dar la noción de que dicho tema es una cuestión del ámbito privado y no público (político). Así, esta recomendación se impone como una definición que falsifica la realidad, que transforma lo falso en verdadero.

En la Argentina, el director de la carrera de Especialización en Violencia Familiar (UBA), Jorge Corsi, advirtió en una nota publicada en el diario Clarín de la existencia de “la dispersión de criterios que impera en los organismos gubernamentales, cuyas políticas de atención y prevención del problema de la violencia familiar dependen del criterio personal de los funcionarios con capacidad de decisión, y no de una estrategia concertada de políticas públicas”, asumiendo el criterio terminológico en su carácter de género y teniendo en cuenta que hace pocos meses atrás, una institución legislativa representada en este caso por el Juez de Sentencia José María Casas, redujo una condena por asesinato considerando como atenuante la infidelidad de la víctima: Pedro Lezcano se tomó su tiempo para moler a golpes a su esposa. La llevó a un descampado, la torturó, la devolvió a su casa y la obligó a bañarse para borrar los rastros. Patricia murió cuatro días después. Para el juez, el conocimiento de la infidelidad constituyó una "circunstancia extraordinaria de atenuación" que permite bajar la pena de prisión perpetua por homicidio calificado por el vínculo a 12 años de prisión. La resolución del mismo magistrado indica: "No creemos necesario hacer referencia a los antecedentes agresivos de Lezcano, aun cuando existen indicadores de que lo era sobre todo con su cónyuge". Y si bien el fiscal de cámara apeló la sentencia, Patricia sigue siendo la mujer indefensa de esa madrugada, cuando el marido le pegaba trompadas y patadas en todo el cuerpo como castigo por "la traición" (Página 12, 21-mayo-2004). El lenguaje judicial que comunica decisiones y fallos y establece lo correcto y lo equivocado en este caso no sólo no busca la verdad y la mentira sino que la establece y la impone y los espectadores sociales sin espacio para la crítica la creen, justificándola en su legitimidad o más bien, legitimándola en su justificación, por su componente mágico-ritual a través del cual se actúa sin tener necesidad de estar de acuerdo con él, recurso que se potencia con la familiaridad que se establece mediante el discurso de pertenencia generado institucionalmente: las leyes son de todos (del pueblo) como el uso del lenguaje español para las culturas hispano-parlantes.

Así como el discurso judicial, en el caso del Dr. Casas, también el discurso ahistórico de la RAE expresa un lenguaje que llega a ser en sí mismo un instrumento de control, ya que, en palabras de Marcuse: “La comunicación funcional es sólo la capa exterior del universo unidimensional en el que se enseña al hombre a olvidar, a traducir lo negativo en positivo para que pueda seguir ejerciendo su función, disminuido pero adaptado y con un razonable bienestar”, dado que “las instituciones de libertad de palabra y de libertad de pensamiento no estorban la coordinación mental con la realidad establecida”.

La capacidad de este lenguaje de exhibir sus contradicciones como punto de verdad cierra el universo del discurso a cualquier otro que no se desarrolle en sus propios términos, en este sentido Lamarca Lapuente ilustra sobre la operacionalidad electrónica en cuanto a la búsqueda de información en la web de forma contundente: “Sabido es que los buscadores indexan las palabras de forma automática rastreando la World Wide Web y que Google utiliza un indexador automático .... Si las agencias de prensa difunden por la red una misma noticia haciéndose eco de las declaraciones de determinado político que ha utilizado una expresión concreta, dicha expresión aparecerá en cientos de periódicos a lo largo y ancho de la red, y los buscadores la registrarán como tal cientos de veces. Es de suponer que los periódicos ocupen un rango de página muy alto y que, por tanto, la aparición de cierto tipo de expresiones en los medios de comunicación esté sobrevalorada ...”.Con esta disertación sobre cibertecnología, Lamarca Lapuente conceptualiza la verdad cerrada de la RAE desde un punto de vista reflexivo y cognoscitivo y al mismo tiempo, al utilizar un desarrollo conceptual de separación de elementos de análisis despliega un razonamiento crítico, genera la tensión subyacente al mostrar el conflicto oculto, cuestiona lo perceptivamente, en términos unidimensionales, incuestionable y arranca al sujeto social de la cómoda pasividad y conformismo que se le había impuesto. El contraste que establece este lenguaje crítico permite un desarrollo abierto del discurso que explica, demuestra y denuncia las contradicciones.

El lenguaje crítico, bidimensional, se hace posible mediante el reconocimiento del sujeto como agente histórico que constituye su identidad en y contra su práctica histórica, en y contra su realidad social tal como las diversas luchas que contra las desigualdades sociales se libran cotidianamente en diferentes frentes de batalla.

A la hora de definir términos y posiciones en torno a este debate, “violencia de género” y “violencia doméstica”, desde un punto de vista dialéctico, representan dos expresiones en la búsqueda de transformación o conservación de un modelo de sociedad o lo que es lo mismo, dos expresiones del discurso: abierto y cerrado respectivamente.

4 – Conclusiones

“La nada es ese vacío que queda cuando los hombres pierden su capacidad de soñar, y un hombre sin sueños, es fácil de controlar”. Del film, La historia sin fin.

La sociedad asiste a una era que induce a la constitución de un razonamiento tecnológico por el creciente predominio de los medios electrónicos y masivos de comunicación que operacionalizan la conciencia en los términos que Marcuse plantea como mecanismos de adaptación.

Dichos mecanismos actúan en el sentido de enseñar al hombre a olvidar y a acceder a un razonable bienestar dentro de regímenes democráticos bajo los cuales está sometido autoritariamente a través del vehículo de coordinación y subordinación que es el lenguaje unificado y funcional de carácter irreconciliablemente anticrítico y antidialéctico.

Los recursos de que se sirve el lenguaje para organizar el universo unidimensional son:

a) Contracción del concepto en imágenes fijas.

b) Fórmulas hipnóticas que se autovalidan.

c) Inmunidad contra la contradicción.

d) Identificación de las cosas y personas con su función.

El efecto producido en el discurso es el cierre del mismo frente a otros discursos que no se desarrollen en los mismos términos.

Todas estas conclusiones de Marcuse fueron elaboradas antes de la caída de los regímes de la URSS y Europa del Este, de la “Galaxia Internet” (de Manuel Castells), de las conceptualizaciones sobre “globalización” y del reconocimiento de la ciberantropología, ya que no pudo asistir históricamente a tales acontecimientos. A pesar de ello sus supuestos teóricos siguen demostrando vigencia y en gran parte de los mismos existe una marcada continuidad entre su pensamiento y las circunstancias actuales que hacen de él un autor digno de seguir siendo consultado.

El lenguaje mágico-ritual como soporte de la falsedad del discurso cerrado sigue tomando nuevas expresiones a pesar de que la historia ineludiblemente, por más que sea negada desde el poder hegemónico, pugna por seguir siendo construida. Y aún lo logra. Porque todavía hay cosas por nombrar. Y porque la palabra NO aún existe en las conciencias no tan felices de quienes aspiran a conocer, con derecho, su verdadero significado.

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UNLZ - Facultad de Ciencias Sociales - Carrera de Psicopedagogía


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Cristina Echegaray



cristinalaprofe@outlook.com





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