Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Universidad Nacional de Lomas de Zamora
UNLZ - Provincia de Buenos Aires - Argentina

martes, 3 de abril de 2012

La prisión del alma – Parte 1



La prisión termina, la prisión malvada,
pero continúa la prisión del alma...

Silvio Rodriguez, La Prisión.


Sujetos a los instintos, sujetos a la cultura.
            De variadas formas, los seres vivos intervienen y se relacionan con su medio ambiente. Ciertas especies, basadas en una estructura biológica más compleja que otras, van un paso más allá en estas relaciones con su medio natural y pueden modificarlo. Construir un nido para preservar la cría es una tarea habitual en las aves, instancia que  las lleva a explorar lejanos territorios en busca de diferentes recursos que les sirvan para  materializar su labor de ingeniería. Así, la presencia de cada ser en su hábitat, de una u otra manera, va dejando testimonio de su existencia a través de algo nuevo, elaborado, creado, que antes allí no estaba.
            Siguiendo este patrón de observaciones, los seres humanos destacan  en esa actividad. Desde una mirada psico-metafísica podría interpretarse que, como única especie dotada de registro de su propia conciencia, el destino mortal, la finitud de los seres humanos es algo que cuesta mucho asimilar y la búsqueda de permanencia de la vida humana a través de infinitos escenarios se ha convertido en una habilidad que profundiza cada generación.
            La arquitectura desde tiempos remotos, la escritura y mucho más tarde la imprenta, la fotografía, los medios de comunicación, crecientemente tecnologizados en los dos últimos siglos, que han atesorado toneladas de material de “archivo”, hasta los propios cuerpos tatuados de los individuos, práctica que si bien es milenaria, en cada época histórica se resignifica y sigue desarrollándose, es decir, todas expresiones que hoy se incluyen dentro del término “cultura”, son variaciones de un mismo apego a la vida, en su vivir como en testimoniar haber vivido.

Lo tuyo es mío y lo mío es mío.
            Durante el desarrollo de la humanidad, entre expansiones y colonizaciones, todo buen conquistador podía preciarse de serlo en tanto destruyera los testimonios materiales de la cultura invadida, en virtud de interrumpir su proceso, invisibilizarlo, para dejar así un único modelo cultural a imponer y preservar, el invasor. Desde la expansión de los imperios antiguos, orientales y occidentales, hasta los días presentes, las civilizaciones han visto surgir y destruir diversidad de expresiones de grupos humanos. De la destrucción de la biblioteca de Alejandría, al bombardeo a Dresden, o de las numerosas campañas al desierto o al lejano oeste a todo lo largo de las Américas, pasando por las planificaciones de revisión histórica en todas las épocas, violenta o estratégicamente como las sugerencias de Maquiavelo en “El Príncipe”, esa necesidad de preservar un testimonio identitario en unos, se ha enfrentado a la necesidad de destruirlo en otros. Esta ecuación pone en evidencia relaciones de poder entre distintos sectores y los ejemplos presentados en este párrafo dan cuenta de que ese Poder se expresa mediante la violencia de un grupo sobre otro, se ejerce explícitamente, como en una guerra, o, habiendo hablado de “cultura”, simbólicamente, a través de metodologías en apariencia no violentas.

Violencia es mentir.
            Al hablar de violencia simbólica se presupone la imposición, el control, de un grupo sobre otro, sin que medie la fuerza física. Pero este mecanismo no es exclusivo de lo colectivo. El cachorro humano, al nacer, se caracteriza por su indefensión, su dependencia de un Otro que, además de ocuparse de preservar su vida, dé sentido a cada cosa que irá descubriendo y con la que se irá relacionando. Esa significación es producto de una “violencia”: la madre decodifica a su criterio cada movimiento, gesto, actitud del bebé, le impone el significado que ella conoce y no hay posibilidad de oponerse a ella.
            La sociedad tomará este modelo de vínculo para seguir su desarrollo. De hecho, el Estado recrea la relación de Poder bebé/madre a través de la vinculación con sus ciudadanos: él es quien se ocupa de cuidarlos, les  impone las normas que son inapelables y se reserva el privilegio de ejercer la violencia implícita o explícita a través de las instituciones. Así, el niño se proyecta de sus vinculaciones familiares a la institución escolar, en donde seguirá reforzándose la idea de su indefensión reproduciendo las relaciones originarias, y así sucesivamente en un camino espiralado de inter-relaciones sociales se incorporará como sujeto adulto a esta trama de vínculos de Poder, en donde se irá posicionando de acuerdo a las circunstancias contextuales en un polo o en el otro: detentando el Poder unas veces, padeciéndolo otras.

Instituciones: el circuito de la violencia.
Las instituciones promueven y garantizan la sujeción de cada individuo a esta red de vínculos. En el devenir histórico, cada una de ellas ha debido adaptarse para cumplir esta función.  Fronteras adentro o fronteras afuera, policía y milicia, ley y justicia, educación y religión, etc.,  fueron modificando su estructura interna para satisfacer esta necesidad de control y la separación de quien no se adapte, acepte o sojuzgue a él.
El destierro, el castigo físico, el apartamiento, la segregación  y hasta la muerte han sido y son los mecanismos elegidos por las sociedades para preservarse de cualquier perturbación al estado de orden. En el devenir histórico, la institución carcelaria se especializó en la ejecución de esta tarea.
De estas reflexiones, los conceptos memoria-identidad, indefensión-sumisión, violencia-poder, se identifican como constituyentes de la subjetividad y pueden hallarse en todo vínculo humano que, a su vez, está inserto en un entramado mayor de relaciones puestas en juego mediante las instituciones.
Un mapa de circulación de los sujetos a través de esta trama institucional permite encontrar a la Escuela como punto de ingreso, desde la que una multiplicidad de caminos se abren y desarrollan, interceptan, retroceden y avanzan, mientras otros son expulsados de la ruta principal, se interrumpen o desvían hacia el vacío sin posibilidad de retorno. Más allá de esta red, abarcándola en virtud de evitar atajos y rupturas, otra institución intenta dar cierre al circuito: la Cárcel.

Abril 2012

 

Imágenes de "El Almafuerte" (Documental)
Argentina, 2009

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UNLZ - Facultad de Ciencias Sociales - Carrera de Psicopedagogía


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Cristina Echegaray



cristinalaprofe@outlook.com





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